10 de julio de 2012

Una reforma constitucional para "ir por todo" Por Carlos Pagni | LA NACION

El daño que Daniel Scioli le causó a Cristina Kirchner cuando confesó que si ella no consigue otra reelección él pretende ser candidato a presidente en 2015 fue doble. Abrió con tres años de antelación la disputa sucesoria y precipitó una discusión constitucional que, hasta ese momento, se mantenía larvada. Desde hace tres semanas, el kirchnerismo se ha visto obligado a convertir la reforma de la Constitución en un eje de su política.
El debate replicará el método adoptado para la ley de medios. La izquierda oficialista programa foros y conferencias a lo largo del país, para hacer ver la necesidad de consagrar en la ley suprema las transformaciones de los últimos años. La consigna es no hablar de reelección, aunque algunos la defiendan. En las horas de optimismo, esos centuriones imaginan que el año próximo habrá elecciones de constituyentes junto con las parlamentarias. Si no alcanzan esa meta, confían en que esas parlamentarias sean tan buenas como para alcanzar, con algunas negociaciones, los dos tercios de ambas cámaras.
Para una lectura convencional, esta construcción es un ardid. Es decir, las consignas programáticas serían la máscara detrás de la cual, llegado el momento, la señora de Kirchner contrabandeará un permiso para volver a postularse. Pensar así puede ser superficial. Este proceso tiene motivaciones ideológicas que no quedarían satisfechas con un cambio instrumental. Quienes lo impulsan proponen, en sus palabras, "cambiar la matriz jurídica de 1853". La estrategia sería, entonces, la inversa de la que el peronismo llevó adelante en 1994. En aquel momento se blindó el articulado dogmático para cambiar algunas disposiciones instrumentales. Para los nuevos reformistas esa receta significó una condenable subordinación de la política al mercado. Ahora el objetivo es romper el molde liberal de la Constitución. Al lado de esa conquista, la reelección es accesoria.